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Isabel de la Trinidad, Discípula e intérprete de san Juan de la Cruz (Part IV).
Isabel de la Trinidad, discípula e intérprete de san Juan de la Cruz. (Part III)

Écrit par P. Jean Abdou OCD

8- Influencia de Juan de la Cruz en Isabel de la Trinidad

Se preguntaba J. Remy cuál había sido el influjo real de Juan de la Cruz sobre Isabel de la Trinidad y respondía que es difícil de precisar1. Y tal debe ser, pues por una parte hay que conocer muy bien a la carmelita francesa, dominar su evolución y distinguir sus progresos a lo largo del tiempo, definir con claridad y precisión el contenido que asigna a las palabras con las que calificamos la experiencia de esta relación; y por otra… ¿no influye en el juicio el mismo observador? Por estos motivos es importante dejarla hablar a ella misma.
Intentamos hacer un pequeño «collage» de lo que los otros han dicho:
Claudio de Jesús Crucificado: «Con tales disposiciones pudo muy bien entrar en la escuela del gran místico S. Juan de la Cruz»2.
En la Positio para la beatificación, se la define como «Discípula eminente de San Juan de la Cruz».
Daniel de Pablo Maroto: «Los santos del Carmelo no provocan la experiencia mística de sor Isabel, la confirman y la disciernen. Así lo ha entendido ella y así lo expresa en las citas explicitas o implícitas de sus obras»3.
Alfonso Aparicio: «San Juan de la Cruz y san Pablo fueron los grandes maestros espirituales de sor Isabel. El contenido doctrinal de sus obras constituyó su lectura habitual, reposada y reflexiva»4.
Fortunato Antolín: «El texto de Juan de la Cruz brinda a Isabel múltiples expresiones, ilustraciones y consideraciones, pero sin aportar por eso elementos esenciales a su pensamiento, y sin que ella haya penetrado verdaderamente en el de san Juan de la Cruz. La importancia de Juan de la Cruz en esta formación habría sido notable: en su compañía formula ella, desde su entrada en el Carmelo, lo central de su vocación, la unión con Dios; con él supera la prueba de la separación dolorosa respecto de su familia; con él comienza también a pensar en la vida contemplativa como recogimiento en Dios, presente en el centro del alma; con él, sobre todo, afronta positivamente la cita terrible e imprevista de su muerte prematura»5.
«La lectura de San Juan caló profundamente en ella y en su correspondencia. Ha asimilado la sustancia del Cántico y se esfuerza por hacer asequible…». «He aquí tres discípulas de San Juan de la Cruz, aunque en diverso modo. Sencillo en las dos monjas francesas; más intelectual, en la alemana. Y con todo, posiblemente sean las dos francesas quienes hayan hecho más propaganda del Místico Doctor»6.
Francisco Javier Sancho Fermín: «Aquí ella es fiel discípula de Juan de la Cruz», «Juan de la Cruz presta sus palabras a Isabel»7.
Jean Rémy: «Confirmado lo que ya estaba viviendo, le ayuda a profundizar su fe, a penetrar en el misterio de la Santísima Trinidad»8. Este mismo autor nos dice que hay que señalar partes enteras de su espiritualidad que no están marcadas por san Juan de la cruz, no habla explícitamente de algo tan importante para ella como la Eucaristía, la Virgen, la caridad fraterna; otros temas cercanos a san Juan no aparecen. A pesar de ello Isabel sería la traducción existencial de la mística de Juan de la Cruz, a quien se podría leer pensando en la vida de Isabel y ver en ella un ejemplo concreto de la evolución de un alma que se deja hacer por Dios9.
En fin, con todas estas opiniones, podemos concluir que hay como dos puntos de vista, que en realidad no son excluyentes sino complementarias: suscitar y confirmar. En cualquier caso, hay que ir siempre más allá de citas expresas y buscar corrientes más profundas. Personalmente, tengo el convencimiento de que hay un paralelismo muy fuerte entre la «Oración de alma enamorada» de san Juan de la Cruz y la «Elevación a la Santísima Trinidad» de sor Isabel.

9- En qué consiste la espiritualidad de Isabel de la Trinidad

En la experiencia de sor Isabel es clave la vivencia del misterio de la Inhabitación Trinitaria, Misterio que será el centro de su vida y del que será eficaz mensajera: «He hallado mi cielo en la tierra pues el cielo es Dios y Dios está en mi alma. El día que comprendí esta verdad todo se iluminó en mí. Quisiera revelar este secreto a todas las personas a quienes amo para que ellas se unan siempre a Dios a través de todas las cosas y se cumpla así la oración de Jesucristo: Padre, que sean completamente uno (Jn. 17,23)» (Cta. 110).
Asimismo es consciente de que este proceso de transformación en los Tres pasa por una plena identificación con Cristo, el Crucificado por amor: «Seamos para él como una humanidad suplementaria donde pueda renovar todo su misterio. Le he pedido que se instale en mí como Adorador, Reparador y Salvador» (Cta. 193)
Días antes de su muerte expresó la misión que quería desempeñar en el cielo: «Me parece que mi misión en el cielo consistirá en atraer a las almas al recogimiento interior, ayudándolas a salir de sí mismas para unirse con Dios a través de un sentimiento sencillo y amoroso. Procuraré mantenerlas en ese profundo silencio interior que permite a Dios imprimirse en ellas y transformarlas en él».
En su última carta, dirigida a la Madre Germana de Jesús, «su Sacerdote Santo» ‒como gustaba llamarla‒ nos lega a los hijos del Carmelo y a cuantos se sientan llamados a seguirla en ese camino de santificación su herencia espiritual: «...Al partir de este mundo le dejo en herencia la vocación que tuve dentro de la Iglesia militante, vocación que yo cumpliré ininterrumpidamente en la Iglesia triunfante: Ser alabanza de gloria de la Santísima Trinidad».
El 9 de noviembre de 1906 marchaba a gozar de las Tres divinas Personas, con su último cántico: «Me voy a la luz, al amor, a la vida».

10- Conclusión: «mi bienaventurado Padre san Juan de la Cruz»

Al llegar al final de este recorrido volvemos a plantear la cuestión inicial: ¿Qué supuso para Isabel de la Trinidad la lectura de san Juan de la Cruz?
Hemos intentado acceder y recoger las distintas respuestas, el «influjo comparativo», el grado de identificación con la doctrina, la mayor o menor presencia de sus escritos, la tarea de deslindar el campo de lo asumido, de lo original, etc.
Sirviéndonos de toda esa información, ¿no cabría proponer un acercamiento desde otro punto de vista más existencial y válido también para nuestra relación personal con el Santo?
Por lo pronto es admirable la relación tan íntima, y nos atreveríamos a decir llena de cariño, existente entre ambos: fray Juan de la Cruz no es simplemente «nuestro Padre», sino «mi Padre», cuya doctrina valora y aprecia por lo que tiene de experiencia, de profundidad bíblica, por lo que ayuda en las necesidades, por lo que alimenta, y porque lo centra todo en el amor. En él encuentra un maestro cabal, no solo en lo doctrinal y teórico, también como director y acompañante espiritual: «El lunes, cuando me preguntaste cuándo haría mis ejercicios, no sabía que el Señor y nuestra Reverenda Madre los preparaban para esta noche. Te escribo para pedirte, san Juan de la Cruz, por mi largo viaje. Te lo devolveré, una vez acabados, el tiempo que quieras. Estoy muy contenta de que él te haga provecho...» (Cta. 245).
Por esta razón, no importa que haya leído dos de sus obras, que no haya abarcado todo su pensamiento, ni lo haya asimilado plenamente, lo importante es que ella vivió ese magisterio tal y como él mismo pedía a los guías y maestros espirituales (cf. L 3, 31). De ese modo, seguramente sin saberlo, estaba siguiendo el consejo de la Madre Teresa, que escribía en estos términos a quienes se quejaban de estar solos en esa subida o entrada en la espesura:
«Certifícolas que estimara yo tener por acá a mi padre fray Juan de la Cruz, que de veras lo es de mi alma, y uno de los que más provecho le hacía el comunicarle. Háganlo ellas, mis hijas, con toda llaneza, que aseguro la pueden tener como conmigo misma, y que les será de grande satisfacción, que es muy espiritual y de grandes experiencias y letras. Por acá le echan mucho [de] menos las que estaban hechas a su doctrina. Den gracias a Dios que ha ordenado le tengan ahí tan cerca. Ya le escribo les acuda, y sé de su gran caridad que lo hará en cualquier necesidad que se ofrezca» (Cta. 265: A las madres Carmelitas Descalzas de Beas, Ávila, finales de octubre de 1578).
«En gracia me ha caído, hija, cuán sin razón se queja, pues tiene allá a mi padre fray Juan de la Cruz, que es un hombre celestial y divino. Pues yo le digo a mi hija que, después que se fue allá, no he hallado en toda Castilla otro como él, ni que tanto fervore en el camino del cielo. No creerá la soledad que me causa su falta. Miren que es un gran tesoro el que tienen allá en ese santo, y todas las de esa casa traten y comuniquen con él sus almas y verán qué aprovechadas están, y se hallarán muy adelante en todo lo que es espíritu y perfección; porque le ha dado nuestro Señor para esto particular gracia» (Cta. 268, 1-2: A la madre Ana de Jesús, Lobera, priora de Beas, Ávila, mediados de noviembre de 1578).
Y así, como no podía ser de otro modo, Juan de la Cruz la ayudó a descubrir su vocación específica.
Termino deseando que Isabel de la Trinidad nos ayude a sentirnos como en casa en la escuela de los santos, en la escuela del Carmelo: «En el fondo, la beata Isabel, con san Juan de la Cruz, se siente como «en casa». Con inmensa libertad y sencillez puede llamar «suyo» todo lo que encuentra en él (Elevación a la Santísima Trinidad = «Oración de alma enamorada»). En este sentido hay que interpretar su expresión familiar de filiación espiritual *mi bienaventurado Padre san Juan de la Cruz* (Cta. al Sr. Angles: septiembre de 1902)»10.
Nada más. Muchas gracias por la atención prestada a quien ya desde hoy será uno de los últimos doctorandos de esta facultad que dé una lección pública antes de la defensa de sus tesis.


BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

I. Fuentes principales

ISABEL DE LA TRINIDAD, Obras Completas, traducción de la edición preparada por Conrad de Meester, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1986.

- Obras completas, edición a cargo de Alfonso Aparicio, Monte Carmelo, Burgos 20046.

Concordance. Les mots d’Elisabeth de la Trinité, Carmel Bourges et Carmel-EdiT, Bourges 2006.

II. Otras obras.

ÁLVAREZ-SUÁREZ, A., «Isabel de la Trinidad, Beata, OCD (1880-1906)», en PACHO E. (dir.), Diccionario de San Juan de la Cruz, Monte Carmelo, Burgos 2000, 803-806.

ANTOLÍN, F., Presencia de San Juan de la Cruz en Teresa de Lisieux, Isabel de la Trinidad y Edith Stein, Confer 31 (1992) 149-171.

BALTHASAR, H. U. von, Elisabeth de la Trinité et sa mission spirituelle, Éditions du Seuil, Paris 1960.

BURGO, Lucio del, Isabel de la Trinidad: Modelo de identificación para el Carmelo, Teresianum 38 (1987) 325-355.

CLAPIER, J. (dir.), La aventura mística de Isabel de la Trinidad, Monte Carmelo, Burgos 2007.

CLAUDIO DE JESÚS CRUCIFICADO, «Influencias de San Juan de la Cruz en un alma. Sor Isabel de la Trinidad»: Monte Carmelo 15 (1914) 49-53.

CUARTAS, R. - SANCHO, F.-J., 100 Fichas sobre Sor Isabel de la Trinidad, Monte Carmelo, Burgos 2006.

DE MEESTER, C., Tu presencia es mi alegría, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1986.

- Isabel de la Trinidad. Biografía, Monte Carmelo, Burgos 2007.

FURIONI, G., «Elisabetta Della Trinità: Figlia spirituale di Giovanni Della Croce»: Quaderni Carmelitani 6 (1989) 207-217.

GARCÍA, C., Sor Isabel de la Trinidad. Experiencia de Dios en su vida y escritos, Monte Carmelo, Burgos 2006.

MARTÍNEZ, E. (coord.), Teresa de Lisieux. Profeta de Dios, Doctora de la Iglesia, Universidad Pontificia de Salamanca-Centro Internacional Teresiano Sanjuanista, Salamanca 1999.

REMY, J., «Elisabeth de la Trinité conduit à Saint Jean de la Croix»: Kerit 99 (1991) 41-44.

- Regards d´amour, Elisabeth de la Trinité et Jean de la Croix, Cerf, Paris 1993.

RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, L.-E., «La formación universitaria de san Juan de la Cruz», en GARCÍA SIMÓN, A., (dir.), Actas del Congreso Internacional Sanjuanista, Junta de Castilla y León, Valladolid 1993, vol. 2, 221-249.

RUIZ, F., Místico y Maestro. San Juan de la Cruz, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1986.

SANCHO FERMÍN, F.-J., El cielo en la tierra. El secreto de Isabel de la Trinidad, Desclée De Brouwer, Bilbao 2006.

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SICARI, A., Isabel de la Trinidad. Una existencia teológica, Editorial de Espiritualidad, Madrid 2006.

VARIOS, Isabel de la Trinidad. Alabanza de Gloria, Número monográfico de Revista de Espiritualidad 65 (2006) 193



1 Cf. J. REMY, Regards d´amour, Elisabeth de la Trinité et Jean de la Croix, Cerf, Paris 1993, 54.
2 CLAUDIO DE JESÚS CRUCIFICADO, «Influencias de San Juan de la Cruz en un alma. Sor Isabel de la Trinidad»: Monte Carmelo 14 (1913) 827.
3 D. DE PABLO MAROTO, a. c., 217. Se refiere a santa Teresa de Jesús, a san Juan de la Cruz y a santa Teresa de Lisieux.
4 A. APARICIO, «Apéndices», en Obras..., o. c., 1010.
5 Cf. M. H. DE LONGCHAMP, o. c., 122-123.
6 F. ANTOLÍN, «Presencia de San Juan de la Cruz en Teresa de Lisieux, Isabel de la Trinidad y Edith Stein»: Confer 31 (1992) 163, 171.
7 F. J. SANCHO FERMÍN, El cielo en la tierra. El secreto de Isabel de la Trinidad, Desclée de Brouwer, Bilbao 2006, 51, 57.
8 J. REMY, o. c., 56.
9 Cf. Ibid., 57.
10 A. ÁLVAREZ-SUÁREZ, «Isabel de la Trinidad, Beata, OCD (1880-1906)», en E. PACHO (dir.), Diccionario de San Juan de la Cruz, Monte Carmelo, Burgos 2000.

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