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Isabel de la Trinidad, Discípula e intérprete de san Juan de la Cruz (Part I).
Isabel de la Trinidad, Discípula e intérprete de san Juan de la Cruz (Part I).

Écrit par P. Jean Abdou OCD

1- Introducción

Este artículo versará sobre un tema de teología espiritual: Isabel de la Trinidad, figura relevante del siglo XX, intérprete de san Juan de la Cruz.
Lo que motivó la elección de este tema, no fue solamente la relación que existe entre la beata y san Juan de la Cruz –que es de lo que vamos a hablar–, sino también el hecho de su corta existencia (26 años, 1880-1906, 5 de ellos en el Carmelo) y que las obras de Isabel de la Trinidad sean un verdadero relato de una teología espiritual vivida en el amor de Dios.
Su actualidad es la de los grandes místicos siempre contemporáneos, que pertenecen a todos los tiempos. Con el ejemplo de su vida y sus escritos, breves pero profundos, ejerce un gran influjo desde hace muchos años en cuantos tratan de vivir mejor la vida espiritual. Hans Urs von Balthasar no dudaba en presentar a Isabel de la Trinidad como un profeta para nuestros tiempos, una santa que tiene una «misión» que proclamar1: «la estructura de su universo espiritual, el contenido y estilo de su pensamiento teológico son de una densidad, de una consistencia sin defecto». Juan Pablo II, tocado por la hondura espiritual de Isabel de la Trinidad, afirma: «Ella es un espléndido testigo del gozo de estar radicada y fundada en el amor. Se sabe habitada en lo más íntimo de su ser por la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu», y confiesa que fue una de las figuras que más influyeron en su vida espiritual. Isabel, por tanto, y a ejemplo de su «querido padre»2 «aporta oxígeno a nuestra relación con Dios, para que no nos sofoquemos con el pan, la lucha y la tentación de cada día». Invita a privilegiar el trato con Dios en sus diversas dimensiones de gratitud y alabanza. «Es un ejemplo de un amor que conduce a la felicidad insondable y duradera»3.
Mi pequeña intervención, va a tratar sobre la influencia del Doctor Místico en la beata Isabel de la Trinidad, y también sobre la afinidad o, mejor dicho, la empatía que une a estas dos grandes figuras de la mística cristiana. La primera cuestión que debemos abordar es la relación directa o indirecta del gran místico español sobre la joven francesa de Dijon?

2- Planteamiento de la cuestión

Si el primer encuentro de los dos grandes místicos castellanos, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, fue en Medina del Campo, después de que Juan de la Cruz celebrara su primera misa, el de Isabel de la Trinidad con san Juan de la Cruz –aunque no físicamente– coincide, de una manera u otra, con su entrada en el Carmelo, no solamente como una realidad deseada sino, más bien, como un ideal finalmente logrado4.
San Juan de la Cruz y la beata Isabel de la Trinidad son dos personas distantes en el tiempo. El primero vivió en el siglo XVI, y la segunda murió en los umbrales del siglo XX. Diferentes en las condiciones históricas, en sus trayectorias vitales y realizaciones existenciales, sin embargo, muy cercanos y unidos en el mismo ideal que los une: llegar en breve a la unión amorosa con Dios. Inmersos en la rica tradición de la misma familia religiosa, ambos se lanzaron ‒sin duda porque sintieron la misma herida‒ a la aventura de explorar la interioridad más íntima del ser humano, donde solo Dios mora; conducidos por la misma «luz y guía que en el corazón ardía» (S can. 3), desde la cruz (la kénosis del amor) nos hablan e invitan a participar en la fiesta del Espíritu, a alcanzar las altas cumbres de la unión y trasformación divinas.
Ya lo decía el Doctor místico: « […] porque a cada una lleva Dios por diferentes caminos, que apenas se hallará un espíritu que en la mitad del modo que lleva convenga con el modo del otro» (L 3, 59). Nosotros añadimos que los dos místicos compartieron parte de ese camino y por ello podemos hablar de relación e influencia.
Ahora bien, ¿cuál puede ser el enfoque de este artículo? ¿Podría tratar de estudiar cómo la manera de proceder de sor Isabel está en conformidad con la doctrina que Juan de la Cruz señala a las almas para llegar a la unión con Dios? Este amor apasionado que se ha hecho muy maduro cuando llegó a sus 26 años, ¿es el mismo del que habla Juan de la Cruz? Fascinada por el mismo Dios kenótico y transcendente, Isabel de la Trinidad, al igual que Juan de la Cruz, afirma que Dios es todo para ella, por amor.
Acudamos, pues, a nuestra Beata, de la que Juan Pablo II afirmaba que es una de los tres maestros espirituales de los últimos tiempos junto a Teresa de Lisieux y Charles de Foucault, dejando que ella misma nos hable, y nos explique el influjo o semejanza entre su espiritualidad y la del místico español.

3- Bebiendo en las fuentes

Dentro del Carmelo encontró el ambiente adecuado para profundizar en esa presencia de Dios que tan vivamente se le presentaba, y esto, tanto por el clima de oración, como por el mensaje central de su espiritualidad de la presencia y de la interiorización. Teresa de Jesús le presenta su Castillo Interior, donde un Dios personal llama desde la morada central. Juan de la Cruz le declara el Cántico Espiritual, con su doctrina sobre la naturaleza y efectos de esa presencia divina en el alma. Su sensibilidad y actitudes fundamentales sintonizaban plenamente con los ideales de esa familia y en ella recibió nuevas iluminaciones5.
Hay que valorar en este sentido el papel desempeñado por la madre María de Jesús6 y, de un modo especial, por la madre Germana, su priora y maestra (de Isabel). Ambas la acompañan en el acercamiento a los santos de la Orden, en sus lecturas, en los caminos del espíritu, como la oración y la soledad, la vida litúrgica y mariana, el sentido eclesial y apostólico. Podemos por tanto apreciar que este espíritu impregna todos sus escritos. Y, lo que es la señal más clara de su «aprovechamiento e identificación», será capaz de proponerlo a otros apasionadamente, como puede verse en la síntesis del carisma carmelitano expuesto en la carta que dirige a un novicio (cf. Cta. 268).



1 H. U. VON BALTHASAR, Elisabeth de la Trinité et sa mission spirituelle, Éditions du Seuil, Paris 1960.
2 Juan de la Cruz.
3 CONRAD DE MEESTER, Isabel de la Trinidad. Biografía, Monte Carmelo, Burgos 2006, 9-14. Las referencias de von Balthasar y Juan Pablo II están tomadas de estas páginas del autor belga, sin duda alguna el mejor especialista en la figura de Isabel de la Trinidad.
4 Verdaderamente se puede decir que esta palabra «Carmelo» no caía de sus labios o de su pluma: en sus escritos aparece 245 veces y 154 carmelita. Para más datos sobre la vida y escritos de Isabel de la Trinidad, cf. C. GARCÍA, Sor Isabel de la Trinidad. Experiencia de Dios en su vida y escritos, Monte Carmelo, Burgos 2006.
5 Cf. LUCIO DEL BURGO, «Isabel de la Trinidad: Modelo de identificación para el Carmelo»: Teresianum 38 (1987) 325-355.
6 Entonces la priora de las carmelitas descalzas de Dijon en 1900. Ella fue quien arregló el primer contacto de Isabel con el prestigioso fraile dominico, el padre Vallée. Cf. CONRAD DE MEESTER, Isabel de la Trinidad..., o. c., 340.

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